Román Chalbaud: “Si algún actor está en deuda conmigo no pienso cobrarle”

Desde su casa en San Bernardino, el cineasta Román Chalbaud, el más prolífico de los realizadores del país, revisa su vida dedicada a la creación audiovisual y cuenta que los derechos de autor de su obra más emblemática —El pez que fuma— los ha cedido a la actriz Mimí Lazo, quien habría prometido filmarla en Hollywood. Para la serie Legendarios, el maestro de la imagen y pionero de la televisión de Venezuela, hace un ajuste de cuentas artísticas para exponer un balance final: «Si algún actor está en deuda conmigo no pienso cobrarle».  

AUTOR: NÉSTOR LUIS LLABANERO


El director Román Chalbaud cumplió 88 años de edad y tras practicarse unos exámenes médicos, dice que no es demasiado tiempo para un cuerpo que conserva una salud apta para emprender nuevos proyectos fílmicos. Muñequita linda, con guión de Luis Britto García, sería su próxima película. Sin embargo, lo que tiene entusiasmado al maestro del cine es la posibilidad de ver en Hollywood su obra El pez que fuma. La actriz Mimí Lazo consiguió los derechos y le ha prometido llevarla a la pantalla del cine mundial. Por lo demás, todo parece marchar bien en su vida.

«No tengo dolencias ni nada de eso, aunque tú sabes que soy diabético y trato de cuidarme, no siempre. Hace días comí chocolate, algo que no debo hacer, pero me sigue gustando mucho, voy a ver si compro para diabéticos».

El maestro del cine venezolano mira de reojo y sonríe sin mucho convencimiento de su promesa. Cierto es que ya no es aquel hombre voluminoso que comía sin reparos y bebía ron y cuba libre sin limitaciones. El buen ánimo —antes y ahora— no ha variado.

Román Chalbaud espera ver en Hollywood su obra El pez que fuma. (Fotos: Iconos Rotos)

Sus 23 largometrajes… «Yo tengo en mi lista que son 28 películas», interrumpe para cambiar la cifra. Más allá de la exactitud numérica, el asunto es que ningún realizador venezolano ostenta una filmografía como la suya y por la que en las décadas de 1970 y 1980 fue distinguido como el rey de la gran pantalla. En el milenio de 2000, sus triunfos cinematográficos son historia discreta.  

Nos ha abierto la puerta de su casa de San Bernardino, un pent house que compró en 1987 con el crédito de un banco más el apoyo económico de Arturo Calderón, su amigo actor.

«Ambos préstamos los pagué. Por supuesto, a Arturo también, era un turco. Sabes que en esa época, Arturo iba a Margarita donde compraba cosas y las vendía,  y como uno cobraba en RCTV los 15 y los últimos, él aprovechaba para vender en esa cola larguísima todo lo que traía y en la quincena siguiente tenías a Arturo Calderón pasando por esa cola cobrándole  a la gente».

Román Chalbaud desencadena la risa como una bienvenida; su perra Cloe —nacida como él, un 10 de octubre— acompañó el momento con ladridos. «Así es ella al principio, pero luego se calma», justifica un pausado Román Chalbaud, quien invita a sentarse para dar comienzo formal a la función. Cloe se convierte en espectadora muda.

Román Chalbaud y su diáspora en Caín adolescente

«Mi familia dudaba de mi triunfo, aunque mi abuela  —Elvia Hortensia Godoy de Quintero— sí creía, pero mamá no porque a ella no le gustaba el teatro ni el cine, decía que eso no servía para nada y cuando comencé a triunfar cambió de opinión».

Román Chalbaud lo dice y al explayar su sonrisa le devuelve a sus ojos el milagro de la vitalidad en forma de brillo. El concepto de triunfo lo resume en la repercusión que tuvo Caín adolescente, una película que rodó cuando tenía 27 años.

Recuerda que cuando la estrenó, primero como obra de teatro, un amigo llamado Hilario González le dijo que esa pieza debía llevarla al cine. Y fue el mismo González, trabajador de Ars Publicidad, quien organizó una recolecta de dinero para que Chalbaud rodara lo que en 1959 se convirtió en su ópera prima.

Caín adolescente cuenta la historia de una madre llamada Juana y su hijo, Juan. Ambos, venidos a la gran ciudad, conocen el lado oscuro de las pasiones humanas. Chalbaud niega que sea su recorrido biográfico, aun cuando tiene presente el peregrinaje que hizo desde Mérida hasta El Nuevo Circo de Caracas con su madre Alicia Quintero.

El largometraje representa, de algún modo, los movimientos migratorios que se dieron en una Venezuela donde el progreso económico se obtenía casi exclusivamente mudándose a Caracas.

«Conocí a la actriz peruana Carlota Ureta Zamorano en casa de Amalia Pérez Díaz, donde ella vivía, me gustó muchísimo y la llamé para mi primera película, era estupenda».

El papel de Juan lo interpretó Edgar Jiménez, un actor y humorista que posteriormente, en plenitud de su ascenso artístico, decidió quitarse la vida en 1965. Madre e hijo se enfrentan a desafíos y ambos se ven forzados a transformarse empujados por un ambiente distante de sus costumbres.

Sesenta años después, igual ocurre en 2019 con la diáspora venezolana en el mundo, historias de venezolanos obligados a replantear sus vidas —no siempre para bien— fuera del país.

Román Chalbaud pide que nos levantemos y pasemos a un espacio de lectura donde reposan tomos de prensa. Se trata de una sección hemerográfica de la que se siente orgulloso, entre otros motivos, porque fue su madre ya fallecida, una bibliotecaria del antiguo Ministerio de Sanidad, quien organizó en tres volúmenes los logros de su hijo artista.

Esta fue mi primera cosa en cine. No sé porque la llamé Caín adolescente, pero esta película me llevó en julio de 1959, como dice aquí en este diario vasco, al festival de San Sebastián en España y luego a otros países de Europa, incluso a India y China. Siempre a mí esas cosas bíblicas de Caín y Abel me han marcado mucho”.

Román Chalbaud: «La oveja negra es mi película favorita»

Las estadísticas oficiales del cine venezolano, proporcionadas por el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, CNAC, ofrecen una mirada del récord de éxitos de Román Chalbaud en sus 20 años de actividad más fértil, desde 1977 hasta 1997.

El pez que fuma obtuvo el primer lugar de la taquilla venezolana en 1977. En 1978, Carmen la que contaba 16 años se posicionó en segundo lugar, solo superada por Simplicio. En 1979, obtiene la segunda y quinta posición con El rebaño de los ángeles y Bodas de papel, respectivamente. En 1982, Cangrejo 1 ocupó el primer lugar, igual privilegio en 1983 con La gata borracha.

Los venezolanos se sentaban en las butacas para criticar su cine de putas, policías, chulos y burdel, y lo aplaudían por igual cuando abandonaban la salas con la euforia de haber visto las teticas rosadas de Haydée Balza, las nalgas en su lugar de Mimí Lazo o las puñaladas que asestaba o recibía Mayra Alejandra.

El país, con el antifaz del moralismo, no parecía cansarse de Román Chalbaud y lo seguía denigrando y celebrando. En 1984, Cangrejo 2 estuvo en segundo lugar de las preferencias y aunque en 1985, Ratón de ferretería lo baja al noveno lugar, en 1986 vuelve al primer lugar con Manon

Luego, en 1987, La oveja negra lo sitúa en el sexto lugar de la taquilla nacional; en 1990, conquista la supremacía del primer lugar con Cuchillos de fuego y en 1997 se alza con el segundo lugar con su largometraje Pandemonium.

«Las películas caminaban muy bien en taquilla y la crítica me apoyó”, reconoce el cineasta: “Siento que es maravilloso el respaldo del público porque eso quiere decir que lo que yo hice fue sincero».

A pesar de que la radiografía numérica favorece otros títulos, La oveja negra sigue siendo su película preferida. «Eva Blanco interpretó a La nigua. Fue increíble su trabajo, al mismo nivel de Hilda Vera como La garza.  ¿Cómo está Eva? Tengo mucho tiempo que no la veo (…) Bueno, La oveja negra es mi preferida porque uno tiene que tener una película preferida y La oveja negra para mí fue maravillosa, esa película era un sueño, difícil de realizarla, económica y artísticamente».

Cuando escribió La oveja negra, el guion narraba las peripecias de un grupo de personas que había invadido un lugar abandonado. «Yo me preguntaba, ¿pero cuál será ese lugar abandonado que describimos en el guión?».

Un día, caminando por San Bernardino, se encontró con las ruinas del Cine Anauco y decidió que sería ahí donde rodaría la película. Averiguó a quién pertenecía la propiedad y le informaron que el dueño era un italiano que ya no vivía en Venezuela. Pero, Chalbaud, empecinado con su hallazgo, recibió la autorización del hijo del dueño.

«Me dijo: `Pueden hacer lo que quieran con este lugar´. Tuvimos que invertir mucho dinero para equiparlo y hacerlo igual a como yo lo imaginaba. Todas esas circunstancias convirtieron La oveja negra en mi película preferida».

Román Chalbaud: «Miguel Ángel Landa era mi taxista»

«Yo no puedo decir que Orlando Urdaneta fue mi actor preferido, ¡no!», ataja para luego declarar que sus guiones fueron representados por decenas de artistas del país. «Es verdad que estuvo maravilloso como Jairo en El pez que fuma y como el poeta Adonai en Pandemonium, pero yo trabajé con muchos actores. ¿Tú sabes quién fue Arturo Calderón? ¿Tú sabes quién fue Rafael Briceño? Además, está Miguel Ángel Landa (…)».

Chalbaud, en defensa de sus elecciones, cataloga como análisis periodístico impreciso que Miguel Ángel Landa tuviera garantizada su participación por ser su socio en la empresa productora Gente de cine. «Si Miguel Ángel Landa hubiera tenido el dinero y a mí no me gusta como artista no hubiera trabajado en mis películas. Miguel Ángel era un artista comprometido».

La sociedad productora de Román Chalbaud y Miguel Ángel Landa se gestó luego de un encuentro fortuito entre ambos que, poco a poco, los convirtió en accionistas. «Decían que Miguel Ángel era camionero; mentira, era realmente un taxista. Un día, saliendo de mi trabajo, no recuerdo si del canal 5 o de RCTV, cogí un taxi y el taxista, que era él, me dijo que quería trabajar de actor. Yo le dije que iba a hacer un casting y él entonces comenzó a buscarme, a llevarme y a traerme del trabajo a la casa. Así empezó su carrera».

Cuenta Chalbaud que, durante las conversaciones, Landa le hablaba de su formación actoral en México con profesores que utilizaban el método de trabajo del ruso Stanislavski, uno de los referentes más prestigiosos de la pedagogía actoral.  

Macerada una amistad, Miguel Ángel Landa se integró a El Nuevo Grupo, compañía de teatro creada por Román Chalbaud e Isaac Chocrón. De ahí pasó directamente a Los ángeles del ritmo, una de las tres historias que conformaron la película Cuentos para mayores, en 1963. Lo demás vino en cadena:  La quema de Judas, Sagrado y obsceno, El pez que fuma, Carmen la que contaba 16 años, El rebaño de los ángeles, Cangrejo, La gata borracha, Cangrejo 2, Ratón de ferretería, Manon, Cuchillos de fuego, Pandemonium, todas actuadas por Landa y dirigidas por Chalbaud.

Román Chalbaud: «Mimí Lazo filmará El pez que fuma en Hollywood»

«No soy religioso», dice para explicar la presencia de figuras de ángeles en la entrada del apartamento. «Me los dieron cuando estrené El rebaño de los ángeles y después yo seguí comprándolos. ¿Mary Soliani? Ella se portó muy bien en la película como Ingrid. Es que las actrices que no se portaban bien desaparecían de mis películas o no las volvía a llamar».

Echa memoria para encontrar argumentos de casos puntuales, pero evade pronunciarse. «No sé porque no llamé más a Mimí Lazo. Bueno, ella se fue del país, ¿no?».

Sonríe cuando recuerda la desnudez de Mimí Lazo en El pez que fuma. «Su papel fue casi de extra, pero ella ahorita está en Los Angeles y me escribió pidiéndome los derechos de El pez que fuma para hacer la película y yo le dije que sí. Le dije que sí porque ella es muy buena actriz, lo puede hacer muy bien y sí me gustaría que se hiciera en Hollywood una película mía, ¿a quién no?».

«Aquí vino un tipo y Mimí me habló por teléfono desde Los Angeles (Chalbaud hace el acting de estar hablando con la actriz vía pantalla de un celular) y firmamos un contrato para que ella pueda hacer una versión en inglés. Vamos a ver si lo consigue, hasta ahora no lo ha conseguido».

Lo que tiene entendido Chalbaud es que no habrá casting para elegir a la actriz que encarnará a La garza, la dueña del burdel usufructuada por sus amantes. «Bueno, La garza sería ella porque para eso es que está comprando los derechos, para hacerla ella, no creo que pueda ser de otro modo».

No sabe el maestro cineasta si esa versión superará la representación de Hilda Vera, la actriz que inmortalizó el personaje en 1977.

«Que Mimí lo haga a ver y después sabremos si la superó. No podemos adelantarnos. Yo fui a ver a Caridad Canelón en el teatro como La garza y lo hizo muy bien pero no superior a Hilda. Es que Hilda Vera (suspira) tenía una magia, no hay palabras para describirla, eso que ella reflejaba era extraordinario».

Arquímedes Rivero entra y Román Chalbaud sale

«He vivido todas las transiciones de la televisión y todas son interesantes. A mi este oficio me emocionó mucho desde que mi abuela me llevó a ver Tiempos Modernos en Mérida. Yo tendría 7 años», dice el gran icono del cine.

Chalbaud recuerda su pasión por la televisión en vivo, en blanco y negro, a color, por la tecnología del apuntador y del videotape, por los avances digitales. «Yo siento todas esas etapas como una sola, pero con cambios. Para mí es la vida».

Probablemente el episodio más triste haya sido cuando el rating, según dice, dañó la televisión de calidad. «Hay gente que se equivocó y creía que no importaba la calidad para ganar las mediciones, yo sigo pensando que más importante es la calidad para ganar y así lo demostramos».

El esquema de la telenovela de ruptura había sido impulsado por Román Chalbaud junto con José Ignacio Cabrujas, Julio César Mármol, Salvador Garmendia, Fausto Verdial, Ibsen Martínez.

En ese apogeo, RCTV les haría un anuncio en medio de una reunión convocada para altos ejecutivos y para los creativos que habían transformado la narrativa de la telenovela. ¿Qué pasó ese día?

«En RCTV cambiaron a un gerente y dijeron que eso que hacíamos nosotros no podíamos seguirlo haciendo. La nueva mentalidad dejó de apoyarnos».

Se dijo que el grupo de intelectuales prestados a la televisión salió por la misma puerta por donde había entrado Arquímedes Rivero, el nuevo jerarca de dramáticos.

«A Arquímedes Rivero le gustaba hacer los culebrones que hacía en radio, no le importaba la calidad de las cosas sino el rating y por eso nunca nos llevamos bien. Técnicamente, Arquímedes era muy correcto, pero teníamos conceptos artísticos totalmente diferentes».

Admite que las propuestas de Rivero resultaron comercialmente exitosas, aunque la calidad del producto mermó.

Mayra Alejandra y las otras actrices, según Chalbaud

La hija de Juana Crespo fue de las pocas veces que Román Chalbaud dirigió un texto en televisión de José Ignacio Cabrujas, autor de esa telenovela junto con Salvador Garmendia.

«Fue muy curioso, no me acuerdo, aunque hicimos muchas cosas juntos. Yo conocí a Cabrujas que venía de Catia y lo llevé a El Nuevo Grupo, y Chocrón cuando lo vio me desaprobó ´A mí no me vas a meter aquí a ese comunista ´ y yo le respondí: ´Pues, si no entra Cabrujas yo me voy del Nuevo Grupo´. Y yo era el que lo había fundado realmente. Cabrujas se quedó».

Lo cierto es que de ese drama de madre soltera puesto en las pantallas de aquella RCTV de 1977 sacó a la actriz Mayra Alejandra para luego exponerla en 1978 en el cine como Carmen la que contaba 16 años.

«Además de Carmen me hizo Manon. Me decidí por Mayra Alejandra porque era una actriz estupenda, llena de virtudes: disciplinada, tenía amor por su trabajo, sincera y leal. Mayra quería progresar en la vida y amaba lo que hacía. Tenía 19 años, una niña y la Carmen de Mayra Alejandra fue maravillosa».

El director, como en ningún momento de la entrevista, parece no querer cerrar una ventana de halagos que ha abierto para su actriz fallecida en 2014: «Mayra Alejandra nació profesional, me encantaba la imagen que daba, tenía mucha fuerza, era de una entrega total, no hacía las cosas por hacerla, nunca llegaba tarde a un ensayo, se sabía su letra. Mayra Alejandra te enamoraba».

Chalbaud se va descubriendo entre nombres de actrices, a sabiendas de que puede pisar el terreno impredecible de los egos: «Yo también estaba enamorado del talento de Doris Wells. Fue extraordinario poder escribir La comadre y que fuera una de las actrices o actores que trabajaron conmigo».

«La gente decía que Marina Baura era una diva antipática. Nada de eso. Era una muchacha encantadora, profesional, llegaba a la hora. En Bodas de papel estuvo maravillosa. Igual se comentaba de Amalia Pérez Díaz, que es verdad, era una mujer difícil de dirigir y sí era de carácter, pero yo siempre gocé trabajar con ella y ella a mí me respetó muchísimo y me pareció una gran actriz. También me encantó América Alonso».

Román Chalbaud: «No le debo nada a ningún actor»

De política solo asoma una vivencia familiar que esperaría ver reflejada en la forma de coexistencia de los venezolanos: «Mamá era adeca, mi hermana Nancy era copeyana, secretaria de Rafael Caldera, y yo de izquierda. Siempre respetamos la manera de pensar de cualquiera. Lo que quiero decir es que podemos vivir en paz si nos respetamos».

«Yo me siento representado ideológicamente en esta Venezuela, en algunas cosas más que en otras, porque también hay muchos tipos de izquierda».

Como buena parte del país, Román Chalbaud no cuenta, desde hace meses, con teléfono en su apartamento y, en su caso, está negado al uso de celulares. «Los detesto. Es que la costumbre de la gente ahora es ir al cine y hablar en voz alta como si estuviera en su casa, eso también ocurre en los restaurantes. Los seres humanos tienen un afán por demostrar estatus y un interés en que todos se enteren de sus vidas».

En 1980, el cineasta venezolano vivió en Nueva York, donde fue aceptado en el Instituto de Teatro y Cine Lee Strasberg, allí amplió sus conocimientos artísticos. Nueva York, de paso, lo liberó de su vicio a la nicotina. «Me llevé un cartón de Astor rojo, que era lo que fumaba, y me traje de vuelta tres cajetillas que me sobraron». Retornó lleno de mundo y de avances.

Dice que los tiempos que corren, determinados por la tecnología, no le generan ansiedad ni le plantean desafíos personales. Su nombre está divorciado de cualquier forma de arroba y de manejo de redes sociales. La información que recibe le llega por vías distintas a Twitter, Instagram o Facebook.

«No siento que viva de espalda a la modernidad, no me niego a los cambios ni me opongo al progreso, lo que necesito de lo moderno lo aprovecho, pero no al revés».

No se trata, según asegura, de una posición rígida que, a lo largo de la experiencia cinematográfica, haya dibujado su carácter como director. Román Chalbaud deja entonces conocer su proclama más absoluta: «Soy un director flexible cuando el ser flexible no rompe la mística y el profesionalismo, así que no le debo nada a ningún actor y si un actor está en deuda conmigo no pienso cobrarle. Siempre he hecho lo que mi deber me ha indicado».